Milagro de vida en la selva
Erase una mañana en la selva un pequeño leoncito que se sentía muy triste. Sus amigos, la zebra y el elefante no sabían porque razón el pequeño leoncito se sentía así. Hicieron todo lo posible para animarlo. Llamaron al mono, a la hiena y a la jirafa, trataron de hacerlo sonreír y nada. Llegó la tarde, y el pequeño leoncito regreso a su casa. Su mamá la leona se dio cuenta que algo le pasaba, y le pregunto porque estaba tan triste. El pequeño leoncito le respondió, mamá estoy muy triste porque he visto tantas cosas hermosas a mí alrededor y me he preguntado si seré parte de ella. Me he visto en los lagos y veo que soy más pequeño que mis amigos la zebra y el elefante. Dime mamá, como papito Dios me vera si soy tan pequeño, estoy muy triste porque
creo que no me ve. Mi pequeño leoncito, le dijo la mamá leona, te contestaré con una pequeña historia que te hará sentir mucho mejor. Un día a papito Dios se le ocurrió una brillante idea, pintar un hermoso cuadro. Sus manos fueron sus pinceles, su canvas fue un planeta que se encontraba solo y desalojado en el universo. Estuvo siete días componiendo tan majestuosa obra, a pesar de que hubieron unos detalles, no lo desanimo ni un momento en terminar su gran creación. Pero sentía que algo le faltaba. El observaba cuidadosa mente el planeta, le daba vueltas y vueltas, hasta que pensó añadirle color. Papito Dios se sorprendió como pudo plasmar en un simple planeta tanta belleza. El quedo encantado con su gran creación. Nombro a tan majestuosa obra, Tierra. Luego tomo el planeta Tierra y lo coloco en el universo, cerca del sol y la luna, para que este brillara con luz propia. Al pasar los años, años y años, una noche noto que el planeta Tierra había cambiado, se veía más resplandeciente. Papito Dios sonrió cuando logro encontrar el pequeño brillito de luz que hacia al planeta Tierra brillar mucho más que antes. El quedo encantado con lo que miraban sus ojos. Gracias a ese hermoso brillito de luz, existe más amor, más esperanza, más fe de la que había en el planeta Tierra. Desde entonces no ha dejado de sonreír ni un solo momento al saber que habías nacido tú. El pequeño leoncito sonrió y abrazo a la mamá leona, y le dijo, gracias mamá me haz echo muy feliz. Y mamá leona, le respondió, gracias a milagros como tú es que existe belleza en el mundo, te amo mi pequeño leoncito.
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